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LA LUZ COMO FUENTE DE VIDA Y SALUD

 

“La biología de la luz tiene aplicaciones para el dolor, heridas, problemas de piel o enfermedades del sistema nervioso”

 

¿Qué relación existe entre la vida y la luz?

La luz es la fuente de la vida; es lo que estudiamos en el colegio con la fotosíntesis. La materia orgánica de la que estamos compuestos los seres vivos se sintetiza en las plantas gracias a los fotones. Los enlaces que forman la materia orgánica son posibles porque los fotones elevan la energía de los electrones, permitiendo que los átomos de carbono, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno se vinculen entre ellos convirtiéndose en moléculas orgánicas. En cada molécula de nuestro cuerpo habitan fotones en estado estacionario que mantienen los enlaces químicos que soportan la vida. Y la luz del sol proporciona la energía para que la vida se sustente en el planeta. En el exterior, la luz solar aporta el calor para la supervivencia; y en el interior del cuerpo, la energía fotónica liberada en el metabolismo nos aporta el combustible para todas las funciones vitales.

Pero además de ser el origen de la bioquímica y fuente de energía para la vida, la luz parece sustentar la comunicación celular; es decir, el orden en el interior del organismo. En este nivel sutil del orden, la luz también es fuente de vida, en este caso como información.

Los biofísicos rusos y alemanes han desarrollado el modelo llamado campo coherente: un campo de ondas formado por fotones que comunica internamente y de forma instantánea todas las células del organismo entre sí, permitiendo el orden que sustenta la vida. En cada ser vivo existe un campo de luz ultra tenue, que es el responsable de toda la coordinación biológica. Este campo comenzó a ser detectado en la década de los 80 por los fotomultiplicadores desarrollados en Alemania por el físico Fritz Albert Popp y las cámaras de captura electrofotónica creadas en Rusia por el biofísico Konstantin Korotkov.

Cuando sucede una pérdida de coherencia en este campo, ya sea por estrés, contaminantes, infecciones u otras causas, la comunicación entre las células se deteriora y comienzan a aparecer los desequilibrios psíquicos y físicos. Cuando se restablece la coherencia, el orden regresa al organismo.

Los fotones que capturan los electrones a través de la fotosíntesis incorporándose así a los organismos, parecen ser pues imprescindibles para el orden vital. Estas sorprendentes partículas tienen además propiedades que las hacen únicas: no tienen masa, tampoco carga eléctrica, y por ello no están sujetas a las leyes del espacio y el tiempo.

Se ha investigado aún poco sobre las propiedades ópticas de las moléculas orgánicas. Los indicios apuntan a que están especializadas en capturar, almacenar y procesar fotones. Desde este enfoque podría decirse que, en la dimensión cuántica, el organismo es un complejo ordenador óptico encargado de coordinar todos los procesos necesarios para sustentar lo que conocemos como vida, y esto sucede mediante un campo coherente de ondas de luz.

Cuando estudiamos nuestro organismo en relación a sus propiedades ópticas, podemos observar que es un sofisticado sistema que vive de procesar la luz en diferentes formas. A escala bioquímica, mediante las estructuras de las moléculas orgánicas que se forman gracias a los fotones. En el nivel energético esos fotones, que son el combustible, la fuente de energía de la vida, a través de los procesos metabólicos que liberan la energía lumínica capturada en las moléculas orgánicas. Y a nivel de información, mediante los fotones que se encuentran estacionarios en el cuerpo. Estos forman un campo de ondas coherente que a través de la luz regula los complejos procesos bioquímicos en cada célula y en el organismo como un todo.

¿Desde cuándo se estudian estos efectos? ¿Existen evidencias?

El estudio de la comunicación biológica cuántica comenzó hace casi un siglo con el biólogo ruso Alexander Gurwitsch, gracias al descubrimiento accidental de que las células se comunican por fotones. Posteriormente, el biofísico alemán Fritz Albert Popp ratificó este descubrimiento desarrollando en el Instituto de Biofísica de Neuss fotomultiplicadores que podían registrar y hacer visibles los fotones emitidos por los seres vivos, dando origen a la biofotónica. Esta disciplina de la ciencia está siendo desarrollada principalmente en la Facultad de Biología de Moscú, y en diversas instituciones por biofísicos alemanes, chinos, japoneses, holandeses e italianos.

Un cuerpo humano está compuesto por billones de células, y en cada célula se producen más de mil reacciones químicas por segundo. Esto requiere una coordinación extremadamente precisa; si las células de todo el organismo no actuaran coordinadas, la vida se colapsaría, pues el organismo entraría en caos en pocos minutos. La biofotónica puede estar dando respuesta a lo que hasta ahora era un enigma para la ciencia: ¿cómo se coordinan entre sí las células de un organismo?

Háblanos de tu experiencia en el estudio de la luz y sus posibilidades

Yo quedé fascinado cuando conocí los descubrimientos de un médico francés, Paul Nogier, y los experimenté en mí mismo. En la década de los sesenta Nogier descubrió el fenómeno de la fotopercepción cutánea: la piel es sensible a determinadas frecuencias de luz y el organismo responde a ellas como si le hablaran en su propio lenguaje. Nogier descubrió siete frecuencias fundamentales, como las siete notas musicales o los colores del arco iris. Por ejemplo, emitiendo luz a un tejido inflamado con la frecuencia que Nogier denominó A, el tejido reduce su inflamación. Por tanto, en el lenguaje del organismo, la frecuencia A correspondería a la palabra desinflamación. Otra frecuencia, la E, es la frecuencia específica del sistema nervioso autónomo y contribuye a disminuir el dolor, y así cada una tiene su función. Posteriormente otros científicos descubrieron nuevas frecuencias, que son el equivalente a palabras para comunicarse con el organismo en su propio lenguaje. Los organismos son extremadamente sensibles a la luz y responden cuando ésta se comunica con los códigos adecuados. Utilizando estos códigos, la luz tiene el potencial de mejorar el bienestar y la calidad de vida de los seres humanos.

¿Se utiliza actualmente la luz en terapia?

La NASA, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, la Philips, la Facultad de Medicina de Harvard, la Facultad de Biología de Moscú y otras organizaciones de referencia llevan años investigando en este campo. Tienen investigaciones y patentes en aplicaciones para el dolor, heridas, problemas de piel, enfermedades del sistema nervioso y muchas otras. Los astronautas de la NASA fueron pioneros en usar en órbita algunas de estas tecnologías, y desde finales de los 80, diversas instituciones americanas investigan y trabajan con Terapia Láser de Baja Intensidad (LLLT), y en la actualidad se está incrementando el uso de luz led en lugar de luz láser, por ser más manejable. Por ejemplo, en la Oficina de Veteranos de Guerra del gobierno de Estados Unidos aplican luz led a veteranos de la guerra del Golfo para tratar el estrés postraumático.

¿Se está investigando actualmente en este campo?

Las investigaciones sobre la luz en los seres humanos han crecido exponencialmente en los últimos años. En Barcelona, en agosto de 2019, se celebró el “Congreso Mundial Luz y Vida” para poner en común los avances en fotobiología, que incluía más de 800 ponencias sobre el tema, mostrando muchos avances en optogenética y otras líneas de investigación. Otro dato interesante es que el Instituto Tohoku de Japón, cofinanciado por el gobierno japonés, está ya fotografiando en cámaras oscuras, la tenue luz que emitimos los seres humanos.

El futuro de las aplicaciones de la luz en biología es muy amplio. Existen aplicaciones en bienestar, salud, psicología, estética, veterinaria, y aún hay muchas áreas por descubrir. Mi percepción es que hemos accedido a la dimensión cuántica de los seres vivos, y apenas estamos descubriendo un mínimo porcentaje de sus posibilidades. El campo de biofotones es una red dinámica y coherente de luz que regula el metabolismo de las células y el organismo en su totalidad, según la biofísica.

Las frecuencias de luz se muestran como un método simple y efectivo de facilitar el retorno al equilibrio a través de ordenar la comunicación interna en el organismo. Cuando se emite una frecuencia que el organismo necesita, parece que sucede un proceso de reajuste, como el que se da al afinar con un diapasón un instrumento musical. La frecuencia aporta información al organismo para que recupere la coherencia en el sistema cuántico que regula las células. Si el sistema no necesita de esa frecuencia, no existe resonancia en el organismo y no sucede nada, pues la luz es de muy baja intensidad. Si el organismo resuena con la frecuencia emitida, el estrés se reduce rápidamente, el organismo se autorregula y se mitigan los signos de desequilibrio, regresando el sistema nervioso a la normalidad.

¿Qué es lo que aporta BiocomLux?

En mi opinión, uno de los campos de aplicación más valiosos es el de alivio del estrés, en el que estamos trabajando en BiocomLux desde nuestros inicios. Vivimos en una cultura en la que existe tal exceso de información y tenemos tantos asuntos por resolver cada día, que la actividad mental se dispara y sobreviene el estrés. La mayoría de las personas hemos padecido las consecuencias del estrés continuo: sabemos por experiencia que afecta claramente a la salud y al bienestar. Hoy en día es común escuchar a médicos comentar que los problemas de ansiedad copan muchas de las visitas a los servicios de urgencias. Encontrar soluciones al estrés y la ansiedad es crítico en nuestra sociedad, me atrevería a decir que es una cuestión de supervivencia. Nosotros trabajamos con unas gafas con tecnología led que ayudan a liberar el estrés y disminuir la ansiedad eficazmente. Una persona puede pasar fácilmente de un estado simpaticotónico de excitación, a uno vagotónico de relajación cuando recibe las frecuencias de luz adecuadas. Quienes deseen información acerca de esto, y de otros desarrollos resultado de nuestras investigaciones, pueden encontrarla en nuestra web: www.biocomlux.com

¿Cuál puede ser el futuro de este enfoque?

En mi opinión existen dos cuestiones fundamentales que la ciencia no ha podido explicar hasta ahora, y ambas están relacionadas con la luz: ¿Qué es la conciencia? y ¿cuál es el origen del universo? Veo probable que las investigaciones sobre la luz aporten claridad es estas dos cuestiones, cruciales para que el ser humano se conozca más a sí mismo y al universo. Investigar la relación entre la luz y la vida quizás nos esté acercando a un tiempo donde la humanidad comprenda el misterioso fenómeno de la conciencia, que distingue a los seres humanos del resto del universo.

En algunos modelos científicos se trata de explicar la conciencia como un producto del cerebro. Esto sería como afirmar que la inteligencia de un ser humano que realiza programas informáticos es el producto del ordenador con que trabaja. Científicos pioneros, como Peter Russell y Robert Lanza, se encuentran tras la pista de la conciencia. Peter Russell es un conocido físico y neuropsicólogo inglés, que ha sido consejero de empresas como Apple, IBM o Shell. Ya en los años 80 escribió que la conciencia es un fenómeno relacionado con la luz.

Robert Lanza es un médico americano, especializado en células madre, que ha sido considerado por la revista Time una de las 100 mentes más influyentes del planeta, y por el diario New York Times uno de los tres científicos vivos más influyentes. Lanza ha desarrollado una teoría llamada biocentrismo. En ella propone que el universo conocido es el resultado de la conciencia y la vida, y no al revés, y que el espacio- tiempo es un producto de la mente que no tiene entidad física en sí mismo. Este modelo es enormemente disruptivo; dejaría obsoletas teorías tan establecidas como el evolucionismo de Darwin o el Big Bang.

Conforme el conocimiento acerca de la relación de la luz con la vida y la conciencia se desarrolle, es posible que asistamos a una quinta revolución industrial. Esta sucedería después o paralelamente a la cuarta revolución, la de la inteligencia artificial, que llega imparable.

Pero más allá de esto, llegar a entender qué es la conciencia, puede desencadenar el mayor cambio conocido en la historia de la humanidad, pues daría explicación a una de las dos cuestiones fundamentales de la ciencia: que somos seres conscientes con capacidad de indagar en nosotros mismos y en el universo. Y probablemente nos abra las puertas a afrontar la siguiente cuestión que aún se escapa a la comprensión científica: ¿de dónde ha surgido el universo?

Según la teoría del Big Bang, en un instante no existía nada y en el instante siguiente existía el universo en todo su potencial. Esto, además de no estar demostrado y resultar ilógico, violaría la ley de la conservación de la energía: la energía ni se crea ni se destruye. El origen del universo quizás sea el enigma más grande al que se enfrenta la humanidad, pues nos mostraría de dónde venimos.

Nada parece que haya en la ciencia actual que pueda explicarlo. Lograrlo implicaría justificar que este universo está diseñado con una serie de constantes matemáticas y físicas absolutamente precisas y afinadas para que suceda el fenómeno que conocemos como vida. Esto apuntaría a que vivimos en un universo inteligente en lugar de lo que se postula en la ciencia convencional: un universo inerte y mecánico que a través de una serie de casualidades ha dado origen a vida consciente de sí misma en este diminuto planeta.

Quizás este enigma de un universo inteligente vaya siendo descifrado conforme la ciencia nos describa como seres conscientes hechos de luz, y no en el sentido metafórico de la palabra, sino en el literal.

Las investigaciones acerca de la luz y la vida se me revelan bellísimas por la armonía y la inteligencia subyacente que dejan entrever. Intuyo que pueden llevarnos a transformar nuestra sociedad y nuestra relación con el universo; redefinirnos como seres humanos, y llevarnos a una dimensión de nosotros mismos mucho más plena que la que conocemos hasta ahora. Me resultan fascinantes.

Entrevista publicada en la Revista Vivo Sano nº 25

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